No he querido titular esta entrada los límites con los hijos, no me parecía justo. Creo que los límites a la hora de educar y criar a un hijo, o hija en nuestro caso particular, son límites que afectan a la familia en su conjunto, y deberían estar diseñados con esa finalidad: mejorar la convivencia en familia, no limitar únicamente las acciones de los más pequeños.
Es fácil leer todo tipo de opiniones, corrientes y estilos de educación. Desde mi punto de vista, el mejor estilo es aquel que permite que los miembros del conjunto familiar se sientan a gusto y puedan desarrollarse con plenitud.
En nuestro caso en concreto, el estilo con el que creemos que mejor encajamos, viene dado en parte por mi formación y mi experiencia profesional. Tengo una visión sistémica de la vida, es decir, la familia es un sistema y funciona como tal. Un sistema que se ve influenciado por cada uno de sus componentes y a su vez por otros sistemas externos. Está vivo, cambia, evoluciona... pero sin embargo, tiende al equilibrio.
Y dado que tiende al equilibrio y por tanto a mantenerse estable desde que se creó, me parece importante tener claro desde ya (desde antes incluso de quedarme embarazada) cómo quiero que sea nuestro sistema.
Los límites (entendidos como conjunto de normas) en nuestra familia se consideran necesarios. Vivimos en sociedad y en ella hay leyes jurídicas, morales, éticas que cumplir. Nos parece importante que el hogar sea el primer lugar donde se experimente con las fronteras entre lo que se puede y lo que no se puede hacer.
Los límites en nuestra familia se consideran flexibles. Y esto es más importante que lo anterior. Queremos normas sí, pero las queremos con matices. Habrá algunas inquebrantables, como no pintar en la pared, no subirse a la mesa o no asomarse a las ventanas sin nuestra supervisión. Pero habrá otras en las que no tiene sentido ponerse rígido. Las series de televisión a veces, son positivas. Un rato de tele, por ocio, como hacemos los adultos (al menos los sanos), no hace daño. Lo malo es que la tele, es ajena a nuestro sistema, y programa los contenidos un poco según le parece, a veces con anuncios incluso, que hacen que los dibujos preferidos de la peque puedan empezar y acabar a horas distintas cada día. ¿Tiene sentido entonces establecer media hora exacta de televisión al día, en el horario que hayamos fijado de antemano? Para nosotros no, no tiene ningún sentido. Si dejamos nuestra hija hacer una actividad es para disfrutarla plenamente, no para hacerlo cuando según como el horario estricto estipule. Si la serie acaba 10 minutos más tarde de lo que pensábamos pues bueno, que le vamos a hacer. Prefiero pelearme con ella para que no se asome al balcón que hacerlo por 10 minutos de retraso en las rutinas.
Y algunos dirán, ¡pero si puedes pelearte por las dos cosas, no hay que escoger!
Y yo les diré que sí, que puedo pelearme por dos, tres e incluso por cien cosas. Pero probablemente si lo hago, acabaré perdiéndo todas las batallas, porque para mi hija no tendrá sentido mi criterio. Al final, lo vivirá todo como una restricción y desobedecerá u obedecerá indistintamente tanto en lo verdaderamente importante, como en lo que no lo es tanto. Y como padres, al menos nosotros eso no lo queremos.
Los límites para nuestra familia empiezan en nosotros. Y no hablo de predicar con el ejemplo, que también es importante. Hablo de un concepto diferente y que no es tan común: el concepto de equipo. Somos una familia sí, unida, sí, pero en casa hay dos equipos: el equipo de padres y el equipo de hijos. Habrá actividades que podremos hacer los dos equipos juntos y trabajar como uno solo, pero es importante tener claro que hay cosas (conversaciones, actividades, responsabilidades...) que pertenecen exclusivamente al equipo de padres, y otras que pertenecen exclusivamente al equipo de hijos. Esto último incluye que cuando mi hija sea una adolescente medio rebelde (yo fui sólo medio rebelde y espero que ella se quede en la mitad de rebeldía también), yo como madre acepte que hay parcelas de su vida que no tengo por qué conocer, porque forman parte de su equipo de hija y no tiene que compartirlas con el equipo de padres.
Esta es mi forma de ver los límites. Una forma que supongo que se irá modificando ligeramente conforme maduremos todos. Aunque para tenerlos como base y volver a ellos cuando los agentes externos nos hagan dudar nos valen.
¿Y tu cómo vives los límites en tu familia?
Me parecen muy interesantes tu reflexiones, y estoy de acuerdo contigo. Tenemos que elegir qué "batallas" son más importantes y cuáles son prescindibles. Como dices tú, no podemos pelear y ganar 100 batallas diferentes, hay que priorizar.
ResponderEliminarY también muy interesante tu comentario sobre que los padres tenemos que establecer nuestros límites respecto a ellos. Respectar su intimidad cuando ellos lo deseen, respectar su opinión y sus decisiones, respectar sus sentimientos (el "no llores" cuando lo que necesita es desfogarse para calmarse), etc.
¡Gracias por el artículo!
Me parece un post muy interesante. Creo que es una muy buena forma de educar, todavía no tengo la oportunidad de ponerla en práctica pero guardaré este post para el futuro. Un abrazo.
ResponderEliminarMe gusta mucho el post. Por que yo y mi marido establecemos los limites y los primeros que los seguimos somos nosotros para dar ejemplo. ������ comparto tus límites
ResponderEliminarQue grande este post!! En nuestra casa también hay límites para todos
ResponderEliminarLos niños aprenden con el ejemplo y hay normas que seguimos todos a rajatabla. Otras, como dices son flexibles y pensamos que depende del momento todos podemos saltárnoslas