Ir al contenido principal

Prestar la mente en la maternidad.



Soy psicóloga y a eso me dedico. A prestar mi mente. Ponerla al servicio de los demás para mostrarles sus vivencias desde una perspectiva nueva, no necesariamente mejor, pero nueva.

Hace poco una compañera me habló de esto. De lo agotador que resultaba ejercer nuestra profesión, dejando que nuestros pensamientos y emociones se vieran inundados por las experiencias de otros, y ofreciendo el resultado de esto como arma terapéutica. La verdad que agota. Aunque sé que todo trabajo tiene su lado estresante y cansado, no voy a rasgarme las vestiduras, no extraigo azufre en una mina tampoco.

Fue esta expresión de prestar la mente la que me dejó pensando. Y no es que yo tuviera un momento de lucidez sin igual y lo asociara de repente, como lo hice, a la maternidad como algo novedoso y rompedor. La información de que algunos antes que yo habían pensado en esto, estaba en mi cabeza y de manera inconsciente emergió.
Algunos como Donald Winnicott (pediatra y psiquiatra psicodinámico) ya hablaron en su día de como una madre (y un padre en sus conductas maternales) deben, en condiciones normales, dejar su "aparato psíquico" a su bebé, hasta que este pueda construirse un aparato propio.

Aparato psíquico que incluye razonamientos, emociones, explicaciones del mundo, sensaciones, recuerdos, procesos atencionales... al final, estamos poniendo al servicio de nuestro bebé todo nuestro arsenal de procesamiento complejo, típicamente humano, para que pueda vivir en este mundo nuevo para ella o él con la menor ansiedad posible.

Y eso, cansa.
Ya es agotador poner en marcha nuestra mente para planificarnos y tomar decisiones propias, como para intentar entender por otro y sentir por otro.
Y sin embargo, lo hacemos bastante bien. Por lo menos, repito, en condiciones normales (no me detendré a explicar conceptos patológicos de apego).
Lo hacemos bien porque venimos preparados biológicamente para responder a las demandas psicológicas de nuestros hijos. Y, por qué no también, porque les profesamos un amor inmenso que ayuda a que esta tarea tan ardua se lleve mejor.
Pero el coste es alto. Después de hacer esto varias veces al día una acaba agotada, sin ganas ni fuerzas para pensar en una misma. Y aquí se suceden las típicas cosas que una escucha sobre la maternidad: que si se acabó el arreglarte, el salir, el hacer planes propios... y por un lado es falta de tiempo, lógicamente. Pero por otro, es tal el cansancio, que nuestro cerebro no tiene energías para ni siquiera hacer que podamos pensarlo.

Es difícil ser madre. Mucho. Y cansado, agotador. Intentar entender el mundo y las sensaciones de un bebé recién nacido para poder cubrir sus necesidades lo suficientemente bien es de las tareas más complicadas que podemos emprender en la vida. Y ahí nos ponemos, sin decidirlo si quiera.

De esto hay que descansar. Es posible que nuestro cuerpo no nos lo pida, pero podemos por lo menos intentar detectar cuando hemos prestado tanto la mente que ya no queda nada para nosotras. Luego podemos decidir que hacer, si seguir prestando o parar un tiempo al día para descansar. Lo importante es detectarlo para ser libres en la decisión.

Y felicitarnos, por esta labor preciosa, fundamental y tan generosa. Porque de la mente que nosotras pongamos a disposición de nuestros hijos hoy, surgirán los pensamientos que construirán nuestro mundo mañana.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Bulto no deseado. Mi experiencia con el galactocele.

Mi hija apenas tenía 2 meses cuando comencé a notarme un bulto en el pecho derecho, en el cuadrante superior externo. La verdad que no suelo hacerme exploraciones (aunque se que debería), pero con la lactancia estaba muy concienciada en revisar que no se quedaran zonas duras que pudieran generar las temidas mastitis. Al principio no le di mucha importancia, con tanto cambio como había sufrido mi cuerpo, y con sólo 2 meses de lactancia, leyendo un poco de aquí y de allá, pensé que ofreciendo más ese pecho se solucionaría. Sin embargo pasaron las semanas y el bulto comenzó a crecer, a ratos era doloroso, pero en otras ocasiones no me molestaba. Sin embargo, la peque vaciaba perfectamente el pecho, se quedaba completamente blando, y el bulto seguía ahí. Mi preocupación comenzó a crecer, como el bulto... Acudí al ginécologo (uno muy recomendado ya que había atendido con bultos en el pecho a varias familiares con un diagnóstico muy acertado) que me exploró. No tardó ni 1 minuto

Postales

Caminaba absorta entre la gente, con su bandolera granate y su bufanda de enormes dimensiones enrollada en la garganta. El frío la cortaba la cara y la impedía olvidar que el invierno se acercaba con fuerza. Llegar a su oficina no la suponía un gran esfuerzo, apenas un par de paradas de metro la separaban de su casa. La encantaba aquel lugar repleto de buenos compañeros y donde se respiraba olor a papel nuevo y tinta. Cada mañana sacaba el ordenador de su bolso y lo colocaba con cariño en aquella mesa abarrotada de bocetos, rotuladores y tarjetas de cumpleaños viejas. La encantaba diseñar postales. Adoraba inventarse tipografías, dibujar escenas y redactar frases ocurrentes. Era lo bueno de trabajar en una pequeña empresa dedicada a las felicitaciones. Permitía que una misma persona pudiera explotar toda su creatividad realizando el diseño completo. Y eso lo hacía perfecto. Eso, y que podía trabajar en creaciones de cualquier temática excepto de aquella que ella no podía

La importancia del vínculo.

Vínculo según la Real Academia Española de la Lengua se define como: " unión o atadura de una persona con otra ". Si bien es cierto que la palabra atadura tiene connotaciones negativas, hay que reconocer que el vínculo del que voy a hablar en parte ata y mucho. Cuando nacemos venimos al mundo desnudos, en cuerpo y en afectos. Igual que ponemos a nuestros bebés ropa y los envolvemos en suaves mantas lo más rápido posible, les rodeamos también sin darnos cuenta de emociones y les inundamos con nuestra forma de relacionarnos con ellos. Y es justo lo que necesitan. Sin esa marea de sensaciones afectivas, se sentirían, nos sentiríamos, perdidos, aterrados y angustiados.  Todo ese conjunto de vivencias que nos acompañan desde que nacemos hasta la vida adulta, y que están formadas por cómo se relacionan las personas de las que dependemos con nosotros, forman el vínculo.  Cuando atendemos a nuestro bebé si empieza a llorar, estamos creando un vínculo seguro. Cuando le h