Fue un recorrido angosto. Del cálido abrazo húmedo al frío tacto engomado. La oscuridad del origen se tornó luz intensa y cegadora. Así llegué al destino que no significaba el fin, sino el comienzo. Respiré, lloré y temblé. Estaba viva.
Mi hija apenas tenía 2 meses cuando comencé a notarme un bulto en el pecho derecho, en el cuadrante superior externo. La verdad que no suelo hacerme exploraciones (aunque se que debería), pero con la lactancia estaba muy concienciada en revisar que no se quedaran zonas duras que pudieran generar las temidas mastitis. Al principio no le di mucha importancia, con tanto cambio como había sufrido mi cuerpo, y con sólo 2 meses de lactancia, leyendo un poco de aquí y de allá, pensé que ofreciendo más ese pecho se solucionaría. Sin embargo pasaron las semanas y el bulto comenzó a crecer, a ratos era doloroso, pero en otras ocasiones no me molestaba. Sin embargo, la peque vaciaba perfectamente el pecho, se quedaba completamente blando, y el bulto seguía ahí. Mi preocupación comenzó a crecer, como el bulto... Acudí al ginécologo (uno muy recomendado ya que había atendido con bultos en el pecho a varias familiares con un diagnóstico muy acertado) que me exploró. No tardó ni 1 minuto
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