Ir al contenido principal

Lo que no disfruté del embarazo.




Desde el momento en que supe que estaba embarazada, surgieron en mí varias emociones que me fueron acompañando los casi diez meses siguientes. Agradecí muchas de ellas, pero hubo algunas que hicieron que no disfrutara de ciertos aspectos del embarazo. Aunque realmente no fueron las emociones las culpables, fue mi forma de gestionarlas.

No llegué a disfrutar del presente, del momento que estaba viviendo. Todo era, o mejor dicho me parecía, peligroso o preocupante. Sólo deseaba que pasaran las semanas para que naciera mi bebé y ver que todo había ido bien.

No disfrutaba de las ecografías. Llegaba con tanto nervio por si me decían que algo no iba bien, que me costaba procesar la información. Cuando por suerte me mostraban que la niña estaba perfectamente, estaba tan cansada de la tensión acumulada que desconectaba del resto de la consulta.
El tiempo que pasaba entre revisión y revisión lo vivía como una espera larga y me costaba estar tranquila.

Siempre anticipando, siempre preocupada...

Las patadas de la peque, que me resultaban un estímulo gracioso y divertido, se convertían en miedo cuando dejaba de notarlas, aunque fuese por un período de tiempo corto.

Una vez en el hospital, las diferentes veces que tuve que acudir a urgencias como madre primeriza que era, pedía que bajaran el volumen de los monitores, pues me atacaba escuchar su latido, por si en algún momento notaba algo raro.

En definitiva viví el embarazo con la mente puesta en el futuro. Y en parte es normal, pues un nuevo bebé siempre provoca en sus padres planes y previsiones varias. Lo que no fue tan normal fue no poder pararme a vivir y sentir lo que tocaba en cada momento.

Ahora con perspectiva echo de menos el haberme sentado a escucharme, a escucharla, a aceptar el presente, teniendo en cuenta la semana de embarazo en la que estaba y no buscando, como siempre hacía, qué me esperaba en las semanas venideras.

Esta es otra de las cosas a las que mi pequeña hija me está enseñando: aprovechar lo bueno y malo de cada momento, con todos mis sentidos. Cada instante es único, y como tal, merece ser vivido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Bulto no deseado. Mi experiencia con el galactocele.

Mi hija apenas tenía 2 meses cuando comencé a notarme un bulto en el pecho derecho, en el cuadrante superior externo. La verdad que no suelo hacerme exploraciones (aunque se que debería), pero con la lactancia estaba muy concienciada en revisar que no se quedaran zonas duras que pudieran generar las temidas mastitis. Al principio no le di mucha importancia, con tanto cambio como había sufrido mi cuerpo, y con sólo 2 meses de lactancia, leyendo un poco de aquí y de allá, pensé que ofreciendo más ese pecho se solucionaría. Sin embargo pasaron las semanas y el bulto comenzó a crecer, a ratos era doloroso, pero en otras ocasiones no me molestaba. Sin embargo, la peque vaciaba perfectamente el pecho, se quedaba completamente blando, y el bulto seguía ahí. Mi preocupación comenzó a crecer, como el bulto... Acudí al ginécologo (uno muy recomendado ya que había atendido con bultos en el pecho a varias familiares con un diagnóstico muy acertado) que me exploró. No tardó ni 1 minuto

Postales

Caminaba absorta entre la gente, con su bandolera granate y su bufanda de enormes dimensiones enrollada en la garganta. El frío la cortaba la cara y la impedía olvidar que el invierno se acercaba con fuerza. Llegar a su oficina no la suponía un gran esfuerzo, apenas un par de paradas de metro la separaban de su casa. La encantaba aquel lugar repleto de buenos compañeros y donde se respiraba olor a papel nuevo y tinta. Cada mañana sacaba el ordenador de su bolso y lo colocaba con cariño en aquella mesa abarrotada de bocetos, rotuladores y tarjetas de cumpleaños viejas. La encantaba diseñar postales. Adoraba inventarse tipografías, dibujar escenas y redactar frases ocurrentes. Era lo bueno de trabajar en una pequeña empresa dedicada a las felicitaciones. Permitía que una misma persona pudiera explotar toda su creatividad realizando el diseño completo. Y eso lo hacía perfecto. Eso, y que podía trabajar en creaciones de cualquier temática excepto de aquella que ella no podía

Ese viaje.

Fue un recorrido angosto. Del cálido abrazo húmedo al frío tacto engomado. La oscuridad del origen se tornó luz intensa y cegadora. Así llegué al destino que no significaba el fin, sino el comienzo. Respiré, lloré y temblé. Estaba viva.