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Entradas

Ese viaje.

Fue un recorrido angosto. Del cálido abrazo húmedo al frío tacto engomado. La oscuridad del origen se tornó luz intensa y cegadora. Así llegué al destino que no significaba el fin, sino el comienzo. Respiré, lloré y temblé. Estaba viva.

Postales

Caminaba absorta entre la gente, con su bandolera granate y su bufanda de enormes dimensiones enrollada en la garganta. El frío la cortaba la cara y la impedía olvidar que el invierno se acercaba con fuerza. Llegar a su oficina no la suponía un gran esfuerzo, apenas un par de paradas de metro la separaban de su casa. La encantaba aquel lugar repleto de buenos compañeros y donde se respiraba olor a papel nuevo y tinta. Cada mañana sacaba el ordenador de su bolso y lo colocaba con cariño en aquella mesa abarrotada de bocetos, rotuladores y tarjetas de cumpleaños viejas. La encantaba diseñar postales. Adoraba inventarse tipografías, dibujar escenas y redactar frases ocurrentes. Era lo bueno de trabajar en una pequeña empresa dedicada a las felicitaciones. Permitía que una misma persona pudiera explotar toda su creatividad realizando el diseño completo. Y eso lo hacía perfecto. Eso, y que podía trabajar en creaciones de cualquier temática excepto de aquella que ella no podía

Hola, soy el miedo.

Hola ¿qué tal estás? No espero que me contestes, te pongo yo la emoción a partir de ahora. Aterrada. Ya me conoces, te acompaño desde siempre. Desde que tienes recuerdos y conciencia de ti misma. Te he susurrado tantas veces al oído que te quedarías sola, que te abandonarían las personas que quieres o que les pasaría algo terrible que no sabes lo que es vivir sin eso ¿verdad? Reconócelo, te has acostumbrado a mi presencia. Y de algo debo servirte, porque si no ya me habrías echado. Y aquí sigo, 29 años contigo, recordándote lo peligrosa que es la vida. He conocido también a tu hija, un encanto. La persona más importante de tu vida. Aquella por la que darías todo. Me lo pones tan fácil... sabes que con ellos, con tu marido y tu hija, tengo trabajo para rato. Puedo presentarte todo tipo de escenas hipotéticas de enfermedad, accidentes y sufrimiento. Enunciarte uno a uno los peligros de vivir, mencionar cada segundo la muerte, el dolor. Y si con eso no consigo activar tu te

Prestar la mente en la maternidad.

Soy psicóloga y a eso me dedico. A prestar mi mente . Ponerla al servicio de los demás para mostrarles sus vivencias desde una perspectiva nueva, no necesariamente mejor, pero nueva. Hace poco una compañera me habló de esto. De lo agotador que resultaba ejercer nuestra profesión, dejando que nuestros pensamientos y emociones se vieran inundados por las experiencias de otros, y ofreciendo el resultado de esto como arma terapéutica. La verdad que agota. Aunque sé que todo trabajo tiene su lado estresante y cansado, no voy a rasgarme las vestiduras, no extraigo azufre en una mina tampoco. Fue esta expresión de prestar la mente la que me dejó pensando. Y no es que yo tuviera un momento de lucidez sin igual y lo asociara de repente, como lo hice, a la maternidad como algo novedoso y rompedor. La información de que algunos antes que yo habían pensado en esto, estaba en mi cabeza y de manera inconsciente emergió. Algunos como Donald Winnicott (pediatra y psiquiatra psicodinámico)

¿Y quién es él?

La siguiente pregunta si hiciésemos caso a la canción deberíamos saber responderla. Deberíamos saber en qué lugar se enamoraron de nosotras nuestras parejas. Pero ¿entonces?, ¿a que viene la pregunta acerca de quién es él?, si está claro, es mi pareja, el padre de mi bebé y en mi caso, el hombre con el que me casé. Conozco su grupo sanguíneo, su DNI, su historia biográfica, casi puedo saber lo que piensa la mayor parte de las veces. Pero desde que di a luz a mi hija, parece que aunque conservo la información objetiva, he dejado de saber quién es él. Ha dejado de ser el centro de mi vida. Al principio ni me di cuenta, con tanta novedad, sensaciones y responsabilidades nuevas, una no estaba para pensar en cómo está con su pareja. Pero conforme pasaban los meses y el rol de madre comenzaba a estar asentado, es cuando le veía entrar por la puerta de casa y me preguntaba extrañada qué es lo que había cambiado. Cuando antes deseaba verle para estar juntos, hablar y compartir momentos

Ir, venir, correr.

La sensación de prisa me invade. Desde que me levanto, si es que puedo establecer diferencia entre un día y otro, porque con tanto despertar nocturno cada vez me resulta más difícil. Pero para no complicar el asunto, sí, desde que me levanto. Salto de la cama y ya voy tarde. Tarde para arreglarme, para dejar dado el pecho a mi hija, para organizar el día, para llegar al trabajo... tarde. Salgo de trabajar y siento que voy tarde. Tarde para llegar a casa con mi bebé, tarde para limpiar, tarde para recoger, tarde para dejar preparadas cosas para el día siguiente...tarde. Y entre tanta sensación de tarde, de prisa, de ir en volandas, siempre aparece, como una nube que me rodea y me atrapa, el tiempo con ella, con mi hija. Y es cuando me siento con ella cuando hago el esfuerzo consciente para que todo se pare. No el reloj, ni las obligaciones, pero sí mi mente. La mejor forma de crear recuerdos que permanezcan es hacerlo con atención, con dedicación. Igual que cuando estudiamos y

Madre de la madre.

Hace unos días se celebró el día de la madre. Un día bonito, lleno de flores y chocolate, donde se recuerda la importancia que para cada uno de nosotros ha tenido esa figura, siempre asociada al amor, calidez, contención y apego. La madre es fundamental en el desarrollo de cualquier hijo. Se puede vivir sin madre, sí, pero no sin dificultades, más aún si no existe nadie que pueda ocupar ese lugar en los primeros años de vida, algo que a veces, desgraciadamente ocurre. Pero no quiero hablar de esos temas tan tristes hoy. Hoy quiero hablar feliz y orgullosa de Ella, de Mi Madre. Y es que gracias a cómo ella ha sido, soy yo hoy. Particularmente como madre. Al haber tenido a mi hija, me he dado cuenta de que gracias a cómo se ha comportado mi madre conmigo, me siento segura, confiada, capaz. Es de las pocas personas con las que no me he sentido juzgada al comenzar a criar a mi bebé, como comentaba en este post. Y eso que no es fácil. Las madres de las madres, cuentan con l

La importancia del vínculo.

Vínculo según la Real Academia Española de la Lengua se define como: " unión o atadura de una persona con otra ". Si bien es cierto que la palabra atadura tiene connotaciones negativas, hay que reconocer que el vínculo del que voy a hablar en parte ata y mucho. Cuando nacemos venimos al mundo desnudos, en cuerpo y en afectos. Igual que ponemos a nuestros bebés ropa y los envolvemos en suaves mantas lo más rápido posible, les rodeamos también sin darnos cuenta de emociones y les inundamos con nuestra forma de relacionarnos con ellos. Y es justo lo que necesitan. Sin esa marea de sensaciones afectivas, se sentirían, nos sentiríamos, perdidos, aterrados y angustiados.  Todo ese conjunto de vivencias que nos acompañan desde que nacemos hasta la vida adulta, y que están formadas por cómo se relacionan las personas de las que dependemos con nosotros, forman el vínculo.  Cuando atendemos a nuestro bebé si empieza a llorar, estamos creando un vínculo seguro. Cuando le h

Y tú, ¿te has sentido juzgada?

El sentirse juzgada es una percepción que muchas veces es más de una misma que de los demás. Con el tiempo estoy aprendiendo que muchas veces soy yo la que creo que la gente me juzga, más por algún complejo mío que porque lo hagan en realidad. Sin embargo, desde que soy madre, me he sentido tantas veces juzgada, que creo que más de una y de dos es porque lo he sido realmente. Me he sentido juzgada ante profesionales sanitarios. Enfermeras, pediatras, personal administrativo, que parece que consideran que soy demasiado exagerada por llevar a mi hija con tos a la consulta. Que parece que les molesta que me preocupe por ella. Me duele especialmente porque también yo soy profesional sanitario, y quizás por el ámbito en el que trabajo, la salud mental, no subestimo el sufrimiento y la gravedad de lo que la gente trae a consulta a priori. ¿Tan difícil es ponerse en la piel de las madres y padres? Lo más preciado que unos padres pueden tener, su hija o hijo, se encuentra mal, no le v

Que antes lo envidiaba.

Que antes lo envidiaba. Yo era así. Sentía así. Veía parejas jóvenes sin hijos allá donde iba y no podía evitar sentir una punzada de nostalgia y de sutil envidia de esa forma de vida que ya no iba a darse más para mí. Me lamentaba de no haber disfrutado lo suficiente, como me ocurre siempre con todo, de no haber agradecido la capacidad de decidir en qué invierto mi tiempo, la capacidad de control ante casi todo e incluso del agotamiento que ahora veo que no era más que un ligero cansancio pasajero. De pronto al ver a otros de mi edad sin bebés, me preguntaba que había hecho con mi vida. Que mi hija es lo máximo en mi mundo es un hecho, nada que ver tenia con quererla poco o mucho. La quiero más que a nada, pero me quitaba muchas cosas de las que no me había despedido porque ni siquiera se me ocurrió que fuera a dejar de tenerlas.  Y de pronto, tras un cúmulo de cansancio, de bloqueo, de hastío, llega como un bálsamo la sensación reparadora de darme cuenta que de pron